29.3.11

Entre bostezo y bostezo / n°2

Miércoles, verano.
El calor atrae a los perros a la plaza de siempre.
Las hojas secas en el cordón en donde la madrugada descansa descalza.
Los tipos estan ahí, nuevamente, uno al lado del otro.
El más alto con su bastón, el más gordo en silla de ruedas, la cual tiene las ruedas repleta de la mierda de los perros.
Hace semanas que no las limpia. No le importa, se pregunta ¿para qué?, ni que a su paseador le moleste. No tiene paseador.
Los perros si. El no.
Solito resiste bajar en ascensor desde su viejo departamento, allá en el barrio de Almagro.
Piso 15, cada vez que baja es como que un año se le va, y más aun cuando el ascensor se queda trabado en el piso 4 y a los gritos pide que alguien lo vaya a buscar antes de que caiga el sol.
Los tipos se cuentan como de costumbre las mismas historias de siempre.

Hay veces, pocas, que surgen nuevos cambios en sus vidas, entonces lo plasman ahí, en la plaza, mientras, como de costumbre, se toman su mate con la yerba aquella sin palitos.
Los tipos dicen que así se lava más lento y tiene otro sabor, y que es el mate lo que le trae los recuerdos de la infancia, allá, del otro lado del rio.

Una tras otra las hojas secas del cordón comienzan a volar, llenando así las calles de la ciudad de restos de la vieja arboleda, aquella que supo dar sombra y que hoy, vaya a saber uno porque, solo sirven de sanitarios caninos.
Los tipos lloran. Los tipos tiemblan.
Los tipos ven la vida pasar, día a día, frente a sus ojos. Y parece no importarles. La dejan de lado ya.
¿Qué harias vos si a los 76 años te quedas solo?, si… Solo. Sin una mascota siquiera.
Ellos decidieron esa vida. Y parece no importarles.
Ellos eligieron la resignación, teniendo como otra y única opción la locura.
Los tipos no estan locos, o al menos fue lo que me quisieron asegurar la vez que los vi, aquel miércoles en donde la tarde comía sueños al por mayor.

Los tipos me dijeron “¿vos que te pensas? ¿Que estamos locos? ¿Qué es la locura? ¿Acaso vos no estas loco?”
Entre otras preguntas de su infinito cuestionario, al cual no supe responder ni una sola pregunta.
No pude. No quise saber tampoco, a ellos pareció no importarles.

Al irme, los tipos me gritaron “Che!, no aflojes”.

Me acerque nuevamente a ellos, tratando de esquivar la mierda de los perros que los rodeaba, y les dije “¿no afloje con que? Viejo”.

Su respuesta me quedó grabada, y aún hoy sigue dando vueltas en la ciudad, entre las hojas secas del cordón.
Los tipos, a duo, me respondieron en un susurro: “vos sabes bien con que”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario