29.3.11

Entre bostezo y bostezo / n°1

“¿Qué será el destino no?”,

se preguntan dos abuelos,
sentados uno al lado del otro
en el banco más roto de la plaza,
en el sector de la sombra,
bien cerca de la mierda de los perros.

Se miran,
con la poca vista que la vida les dejó
se descubren tristes
y juegan a descubrir cual de los dos
tuvo una vida más fria.

Uno de los viejos usa bastón para caminar.

El otro, ni siquiera:
anda a silla de ruedas desde hace algunos años,
cuando se quebró las gambas
despues de tirarse del 5to. piso,
allá, en el bulincito que tenía en Mar del Plata,
después de cansarse de vivir cansado y solo, se tiró.
Ni esa le salió bien.

El tipo se quería ir de esta vuelta,
quería quedar en el piso aplastado por sus propios huesos,
pero no,
sigue aca: postrado en su silla;
y con las ruedas llenas de la mierda de los perros.

El viejo no la limpia,
dice que esa mierda aleja a la mierda de la sociedad.
Cada uno con su locura, viste.

Se cuentan las mismas anécdotas todas las tardes
de los miercoles de cada semana,
el día en que siempre van al mismo asiento.

No se aburren.
Es lo único que hacen.

Esperan la espera de esperar que alguien los vaya a visitar,
a dar una vuelta manzana al menos,
pero no.
Ni los hijos los van a buscar.
No los llaman.
Se olvidaron.
En esa coinciden los dos: su hijos de olvidaron de quién alquiló
la cigüeña que los trajo.

Sus nietos también los tienen ahí tirados.
Ni pelota.

Los tipos se quieren morir o que estalle el mundo.

Quieren que las iglesias se derrumben
para ver a todos los angelitos
volar hacia otras nubes.

Quieren a todos los colegios
estallándo en mil pedazos
para que los libros de mierda
con los que se enseña
se extingan,
ellos creen que algún día
en los libros figurarán los verdaderos héroes:
como el Che, como El Diego, como el viejo Goyeneche.

Ellos quieren ver a los juzgados incendiarse
para que de sus cenizas
nazca la llama de la justicia.

Ellos quieren que el mundo explote.
“Que se llene de bichos, nomás”, gritan.

Que se parta todo en mil pedazos.

Que se apague el sol.

Ellos quieren irse al carajo de este mundo
y al partir: darle una buena patada en el culo a Dios
por tanta hipocresía y por haberse olvidado
de que existía problemas más jodidos
que pensar toda la vida
en lo mal que estuvo Eva en morder la manzana.

Ellos quieren hablar
pero nadie los escucha.

Ellos tienen miedo de ellos mismos.

Ellos siguen ahí,
en la sombra de la plaza,
al ladito de la mierda de los perros
que cada vez huele más parecido
al aire que respiramos a diario.

Se quedarán ahí,
hasta que la página de su prometida vuelta.

Seguirán
entre bostezo y bostezo,
analizando cómo hacer
para cambiar el mundo
de los de 75 para arriba.

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