Y vos, sentada y firme bajo la lluvia,
logras ver entre las gotas
a un cielo despejado y libre de nubes.
Caminas y le permitís al viento
que vaya un poco más allá.
Que recorra tú cuerpo.
Que desvele tus sueños.
Que festeje tus logros.
Que te acompañe en tus llantos y que,
al buscar un poco de paz en un lugar lejano,
más allá del horizonte,
te encuentres sentada y firme bajo la lluvia,
plenamente feliz
y con mil carcajadas
prontas a parir.
De una vez,
al fin y para siempre,
decidida a volar
sin la cruel necesidad de poseer alas.
Las alas de un ser están allí,
en la escencia de uno.
En el espíritu soñador.
En la calma del alma.
Y en lo mucho que pueda durar
algo tan poco pensado.
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